"Tampoco puede
decirse que El Anti–Edipo esté libre de todo aparato de saber: todavía es muy universitario,
demasiado serio, no se trata de la filosofía pop o del popanálisis soñado. Pero
hay algo que me sorprende: aquellos que consideran que se trata de un libro
difícil se encuentran entre quienes tienen una mayor cultura, especialmente una
mayor cultura psicoanalítica. Dicen: ¿qué es eso del cuerpo sin órganos? ¿qué
quiere decir “máquinas deseantes”? Al contrario, quienes saben poco y no están corrompidos
por el psicoanálisis tienen menos problemas, y dejan de lado alegremente lo que
no comprenden. Esta es una de las razones que nos impulsaron a decir que este libro
se dirigía a lectores entre quince y veinte años.
Y es que hay dos maneras de
leer un libro: puede considerarse como un continente que remite a un contenido,
tras de lo cual es preciso buscar sus significados o incluso, si uno es más
perverso o está más corrompido, partir en busca del significante. Y el libro
siguiente se considerará como si contuviese al anterior o estuviera contenido
en él. Se comentará, se interpretará, se pedirán explicaciones, se escribirá el
libro del libro, hasta el infinito.
Pero hay otra manera: considerar un libro
como una máquina asignificante cuyo único problema es si funciona y cómo
funciona, ¿cómo funciona para ti? Si no funciona, si no tiene ningún efecto,
prueba a escoger otro libro. Esta otra lectura lo es en intensidad: algo pasa o
no pasa. No hay nada que explicar, nada que interpretar, nada que comprender.
Es una especie de conexión eléctrica. Conozco a personas incultas que han
comprendido inmediatamente lo que era el “cuerpo sin órganos” gracias a sus
propios “hábitos”, gracias a su manera de fabricarse uno. Esta otra
manera de leer
se opone a la precedente porque
relaciona directamente el libro con el Afuera.
Un libro es un pequeño engranaje
de una maquinaria exterior mucho más compleja. Escribir es un flujo entre
otros, sin ningún privilegio frente a esos otros, y que mantiene relaciones de
corriente y contracorriente o de remolino con otros flujos de mierda, de
esperma, de habla, de acción, de erotismo, de moneda, de política, etc."
Gilles Deleuze
Conversaciones pp. 17-18