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jueves, 1 de abril de 2010

Foucault: Verdad y Poder


Foucault, M.: Microfísica del Poder. Madrid: La Piqueta, 1992, pp. 191-193

12. VERDAD Y PODER

[...] La importante, creo, es que la verdad no está fuera del poder, ni sin poder (no es, a pesar de un mito, del que seria preciso reconstruir la historia y las funciones, la recompensa de los espíritus libres, el hijo de largas soledades, el privilegio de aquellos que han sabido emanciparse). La verdad es de este mundo; está producida aquí gracias a múltiples imposiciones. Tiene aquí efectos reglamentados de poder. Cada sociedad tiene su régimen de verdad, su politica general de la verdad: es decir, los tipos de discursos que ella acoge y hace funcionar como verdaderos; los mecanismos y las instancias que permiten distinguir los enunciados verdaderos a falsos, la manera de sancionar unos y otros; las técnicas y los procedimientos que son valorizados para la obtención de la verdad; el estatuto de aquellos encargados de decir qué es la que funciona coma verdadero.
En sociedades como las nuestras la «economía política» de la verdad está caracterizada par cinco rasgos históricamente importantes: la «verdad» está centrada en la forma del discurso científico y en las instituciones que lo producen; esta sometida a una constante incitación económica y política (necesidad de verdad tanto para la producción económica como para el poder político); es objeto bajo formas diversas de una inmensa difusión y consumo (circula en aparatos de educación o de información cuya exención es relativamente amplia en el cuerpo social pese a ciertas limitaciones estrictas); es producida y transmitida bajo el control no exclusivo pero sí dominante de algunos grandes aparatos políticos o económicos (universidad, ejercito, escritura, medios de comunicación); en fin, es ci núcleo de la cuestión de todo un debate político y de todo un enfrentamiento social (luchas «ideo1ógicas»).
Me parece que lo que es preciso tener en cuenta, ahora, en el intelectual no es en consecuencia el «portador de valores universales»; es más bien alguien que ocupa una posición específica —pero de una especificidad que está ligada a las funciones generales del dispositivo de verdad en una sociedad como la nuestra—. Dicho de otro modo, el intelectual evidencia una triple especificidad: la especificidad de su posición de clase (pequeño burgués al servicio del capitalismo, intelectual «orgánico» del proletariado); la especificidad de sus condiciones de vida y de trabajo, ligadas a su condición de intelectual (su campo de investigación, su puesto
en un laboratorio, las exigencias económicas a políticas a las que se somete o contra las que se rebela en la universidad, en el hospital, etc.). En fin, la especificidad de la politica de verdad en nuestras sociedades. Y es aquí donde su posición puede tener una significación general, donde el combate local o especifico que desarrolla produce efectos, implicaciones que no son simplemente profesionales o sectoriales. Funciona o lucha a nivel general de este régimen de verdad tan esencial a las estructuras y al funcionamiento de nuestra sociedad. Existe un combate «por la verdad», o al menos «alrededor de la verdad» —una vez más entiéndase bien que por verdad no quiero decir «el conjunto de cosas verdaderas que hay que descubrir a hacer aceptar», sino el conjunto de reglas según las cuales se discrimina lo verdadero de lo falso y se ligan a lo verdadero efectos políticos de poder se entiende asimismo que no se trata de un combate «en favor» de la verdad sino en torno al estatuto de verdad y al papel económico‐político que juega—. Hay que pensar los problemas políticos de los intelectuales no en términos de «ciencia / ideología» sino en términos de «verdad / poder». Y es a partir de aquí que la cuestión de la profesionalización del intelectual, de la división entre trabajo manual / intelectual puede ser contemplada de nuevo.
Todo esto debe parecer muy confuso e incierto. Incierto, sí, y esto que estoy diciendo es sobre todo a titulo de hipótesis. Sin embargo, para que sea un poco menos confuso, querría avanzar algunas «proposiciones» —en el sentido no de las cosas admitidas, sino solamente ofrecidas para ensayos a pruebas futuras —: Por «verdad», entender un conjunto de procedimientos reglamentados por la producción, la ley, la repartición, la puesta en circulación, y el funcionamiento de los enunciados.
La «verdad» está ligada circularmente a los sistemas de poder que la producen y la mantienen, y a los efectos de poder que induce y que la acompañan. «Régimen» de la verdad.
Este régimen no es simplemente ideológico a super‐estructural; ha sido una condición de formación y de desarrollo del capitalismo. Y es éi quien, baja reserva de algunas modificaciones, funciona en la mayor parte de los países socialistas (deja abierta la cuestión de China, que yo no conozco).
El problema político esencial para el intelectual no es criticar los contenidos‐Ideológicos que estarían ligados a la ciencia, a de hacer de tal suerte que su práctica científica esté acompañada de una ideología justa. Es saber si es posible constituir una nueva política de la verdad. El problema no es «cambiar la conciencia» de las gentes a lo que tienen en la cabeza, sino el régimen político, económico, institucional de la producción de la verdad.
No se trata de liberar la verdad de todo sistema de poder esto seria una quimera, ya que la verdad es ella misma poder —sino de separar el poder de la verdad de las formas de hegemonía (sociales, económicas, culturales) en el interior de las cuales funciona por el memento.
La cuestión política, en suma, no es el error, la ilusión, la conciencia alienada o la ideología; es la verdad misma.

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